En un país que no está,
hace mucho tiempo había
ciudades inteligentes
La mejor de todas ellas
era una ciudad muy bella
que llamaban San Lagente
Sin venerar ningún santo
de esos que milagran tanto
sin esperar bendiciones
San Lagente despertaba,
trabajaba y descansaba
sin temor a los sermones
Aquello era calidad,
buena leche y dignidad,
un reino de la bondad
Para llegar a ser ella
tan independiente y bella
primero tomó distancia
y aislada del continente
florecía San Lagente
lejos de odios y revanchas
Ya repartidas las tierras,
sin hipótesis de guerras
cada uno a sus gestiones
ni herederos arbitrarios
ni capangas propietarios
que robaran ilusiones.
Y todos yendo a la par
salían a trabajar
el campo, el monte y el mar.
Pa no crecer ignorante,
el hombre de las ciudades,
junto a sus otros hermanos
iba a trabajar el campo
un par de años cada tanto,
labrador y ciudadano
Llevaban a los mercados
frutas carnes y pescados,
sus telas y artesanías
y cada uno retiraba
aquello que precisaba
sin trampas ni picardías
Y nadie quería guardar,
ni transar ni especular
viviendo en ese lugar
Como no había dinero,
los valores verdaderos
eran trabajo y palabra
yo te doy canción y trigo
tu me das algo abrigo
esta es mi casa, tu casa
Cuando alguno se desviaba,
mentía o monopoliaba
le hacían un “sanlagente”
nadie más le daba nada
y lo echaban a patadas
a vivir al continente
Y así no jodía más
el que ambicionaba más:
perdía el tiempo y la paz
Después vino todo eso
del mundo y de sus “progresos”
y del “final de la historia”
fabricantes de misiles
globalizadores viles
mercachifles de la gloria
No hay quien soporte matanzas
en un país de labranzas
donde no saben de guerras
y así fue que San Lagente,
tan pequeña y tan decente,
fue borrada de la tierra
Y yo la vengo a nombrar
porque no quiero olvidar
que hay otra vida posible
Si debo pensar en mí
pienso que vivir allí
me hubiera hecho feliz.