Anda golpeando las ventanas por las noches
un viejo flaco, todo de negro
que va flotando en las veredas, alma en pena,
que habrá quedado de algún bailongo-
Y silba a gusto a bandoneón
en un rezongo
cuando en el centro ya no hay nada para ver.
Es ese viejo que contaba aquel borracho:
le contestó de mala gana y lo asustó
cuando de golpe, se hizo luz junto a la vía
y aparecieron hasta las mesas,
orquesta típica, cantor, y las parejas
y en un segundo, todo desapareció.
El sobretodo le anda grande y aparece
solo y bien tarde en aquel café
y las mujeres del recinto se afrancesan
y hasta el letrero se hace un farol
y junto al bar hay una tienda que el alcohol
le da su olor para que sea un almacén.
Es un recuerdo, nada más,
lleva un sombrero
como un extraño, allá en el Sur
es un puñal en los destellos de la luna
deambula solo, trae un mensaje
para la música en su vuelo y con su viaje
para los dedos de guitarra sin amor.
Su sombra es tango, melodía acobardada
por la luz mala del bandoneón
es una esquina y un farol en el desierto
como un conjuro de su arrabal
y allá en el baso, como el mar se ve la luna
que en la milonga de otros tiempos
supo amar.
