Son duendados que abren la nocheza,
traen la boca llena de cantura;
humanistas que saben dar belleza
aunque muestren también el almadura.
Plagan de flormujer todo el airísmo,
nombran Rosamarías que amorean,
pero a veces tristínan de dolísmo
con amatada carne que cantean.
Aderechan lo todo, lo converso,
cual un toque que da la maravilla.
Por eso evoco al almado disperso:
hay que rodear el canto, traigan silla;
llegaron para dar lo que luzbrilla,
y ya les da por memorear el verso.