Tuvo dos gajos. Los dos cayeron
y el horcón solo le quedó.
Viento que antaño lo mecía,
sin fronda ya no lo meció.
Ave que antaño le anidaba,
tronco desnudo no habitó.
Y la chicharra del Verano
al verlo así, sin ramazón,
pasó de largo, cantó lejos,
muda la siesta le dejó.
Tronchado está. Tronchado y vivo,
raíz y fuste nada más,
pero en el cuenco de la noche
desde la tierra sorberá
temple hechizado de la tierra,
grave bordón de soledad,
hieles y mieles del recuerdo,
y en el silencio manará
de su costado un agua triste,
agua de amor y de pesar.
Sabia madera de guitarras,
tarde o temprano brotará.